martes, 26 de agosto de 2008

¿Y si Benicassim fuera Darfur?

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Blog Crónicas desde África

¿Y si Benicassim fuera Darfur?

[foto de la noticia]
MARCOS FERREIRO desde Darfur

26 de agosto de 2008.- Seguimos evacuados, en Jartum, metidos en negociaciones con los distintos actores: Gobierno, milicias, líderes civiles locales, ONU, hombres de negocios, otras agencias... Buscando garantías de seguridad para poder regresar. Pero las noticias que llegan por el momento no son nada halagüeñas y esto va a ir para largo. Así que voy a aprovechar para contarte un cuento:

Fib 2008. 1ª parte

Asistencia médica en el hospital del proyecto de MSF en Tawila, Darfur. (Foto: MSF).

Asistencia médica en el hospital del proyecto de MSF en Tawila, Darfur. (Foto: MSF).

Estás en el Festival de Benicassim junto a otras 18.000 personas acampadas en un ferial. Multitud de iglús apiñados bajo la solana, con apenas unos pocos árboles escuchimizados dando sombra a un puñado de afortunados. Durante la noche no se puede dormir por el calor y por el follón que montan los asturianos de la tienda de al lado, que no paran de tocar canciones de Ghetto. En cuanto sale el sol la tienda es un cocedero. A las doce ya estás a 38ºC, y lo que queda. Pero eres joven y mola.

Para ir al servicio tienes que hacer cola durante media hora, pues apenas hay un puñado de letrinas. Si quieres ducharte, otra hora de cola. Para ir a por comida toca caminar 3 km hasta el supermercado más cercano, o dejarte clavar por los chiringuitos dentro del recinto del festival. Da igual, esta noche toca My Bloody Valentine y eso lo compensa todo. Hace tres meses que sacaste las entradas y estás como niño con zapatos nuevos.

Se supone que el concierto empezaba a las nueve, pero son las 20.30 horas y no han salido ni los teloneros. El público se calienta con la espera y la desinformación. Corren rumores de que el Gobierno ha cerrado las fronteras por una supuesta amenaza terrorista, y de que a los extranjeros les han hecho volver en el aeropuerto. Este mismo día salía en los telediarios que el ejército había desplegado tropas en Valencia y Barcelona para combatir el crimen y la inmigración ilegal...

A medianoche sigue sin aparecer nadie por el escenario y el público está que trina. Aún no ha dado la cara nadie de la organización. Las protestas van en aumento, y se producen avalanchas. La policía pide refuerzos al cuerpo de Coslada. Varias vallas caen por la presión de las primeras filas. Los antidisturbios disparan pelotas de goma y botes de humo. Algunos espectadores les lanzan botellas. ¡PUM! ¿Eso ha sido un tiro? La gente se pone muy nerviosa y sale despavorida. Hay caídas, gritos, montoneras. En medio del tumulto pierdes de vista a tu hermana y a su novio. Te empujan, se te caen las gafas al suelo, y al agacharte un tipo enorme se te lleva por delante. Oyes el crujido de las lentes bajo las pisadas. Casi ocho dioptrías y te has dejado las de repuesto sobre la mesilla de noche, en tu casa. Genial. Encima, el mastodonte te ha machacado un tobillo. Consigues levantarte y salir del caos. Cegato y cojo, a duras penas vuelves a la tienda, esperando reencontrarlos. Entre el dolor y la confusión estás medio atontado. No entiendes lo que ha pasado.

Una joven baila entre la multitud en la inauguración del Festival, y otra espera su turno para recoger agua en un campo de refugiados. (Fotos: EFE | AFP).

Una joven baila entre la multitud en la inauguración del Festival, y otra espera su turno para recoger agua en un campo de refugiados. (Fotos: EFE | AFP).

Pasan las horas y tu hermana no aparece. Vuelves a buscarlos, pero la policía impide el acceso al escenario. Yendo por detrás, logras asomarte entre las verjas del backstage. Por unos segundos alcanzas a ver a tipos uniformados arrastrando lo que parecen cuerpos inertes. Pero un poli muy agresivo te da un porrazo en la cabeza y te echa de allí. Sangrando y alucinado, intentas llamar a casa, al 091, al 112, a los bomberos... pero no hay cobertura. ¡Mierda de móvil!

A tu alrededor oyes llantos histéricos, pero sin gafas apenas consigues distinguir bultos. Todo el mundo está conmocionado, magullado, atendiendo a los heridos o buscando desaparecidos. Los ves con el móvil en una mano, pulsando botones frenéticamente. Pero no hay forma, se ha caído la red o la han cortado. Tienes que buscar ayuda. Intentas coger el coche, pero las ruedas están rajadas. Te entra un escalofrío; no imaginas quién puede estar detrás de esto. Vas cojeando hasta el pueblo. Cuando llegas, está amaneciendo. Está desierto. No hay nadie. NADIE. Se han ido. ¿Por qué? Nada tiene sentido, como en una pesadilla. Las casas han sido abandonadas a la carrera; ni se han molestado en cerrar las puertas. Hay algún coche quemado por las calles y cristales rotos en las aceras. Casi todos los escaparates están reventados y las tiendas desvalijadas.

Coges la carretera de Castellón y echas a andar con intención de llegar al próximo pueblo. A dos kilómetros, encuentras cinco cadáveres en la cuneta, con impactos de bala. Entras en pánico. Estás atrapado. No hay forma de salir de Benicassim. Vuelves al camping con cuidado de no tropezarte con la policía. Preguntas a los vecinos asturianos por tu hermana, pero nadie sabe nada. Tampoco ellos encuentran a algunos de los que venían en su grupo.

Es mediodía, hace un sol infernal y el tobillo te duele horrores. También la cabeza. Llevas 28 horas sin dormir y no puedes pensar con lucidez. Pero, poco a poco, vas siendo consciente de que estás en una cárcel sin muros. No hay dónde ir, sin riesgo de que te peguen un tiro.

Agotado, vuelves a la tienda e intentas descansar. Piensas en comer. Buscas en la mochila. Te han robado. No queda nada. Y sigues sin noticias de tu hermana. Estás desesperado. Fuera se están organizando algunos grupos. Unos han asaltado el supermercado y hacen acopio de agua y comida. Preparan listas para racionar y distribuir los alimentos. Muchos no se fían de a quién o para qué dan su nombre. Al final el hambre puede más que el miedo, y todos se apuntan.

Personal de MSF evalúa el estado nutricional de un niño gracias al brazalete MUAC (que mide el perímetro braquial). Proyecto de Tawila, Darfur. (Foto: MSF).

Personal de MSF evalúa el estado nutricional de un niño gracias al brazalete MUAC (que mide el perímetro braquial). Proyecto de Tawila, Darfur. (Foto: MSF).

Esto tiene que salir en la tele. Seguro que alguien se da cuenta de lo que está pasando. Mantienes la fe en el sistema. Es imposible que pase desapercibido o que se permita. Este infierno acabará pronto. Alguien tiene que intervenir. No se te ocurre la posibilidad de un largo cautiverio. Pero más de uno lo piensa y se forman tremendas discusiones sobre el tamaño de las raciones y cómo dosificarlas. En algunos puntos de distribución hay peleas. Ya no te puedes fiar de tus vecinos.

Pasan los días. Cada vez hay más policías por los alrededores, violentos e inaccesibles. Sigue sin haber noticias del mundo exterior y no le encuentras explicación a lo que está pasando. La comida escasea y la gente empieza a hacer estraperlo con ella. Las condiciones del camping son insalubres: las letrinas no dan abasto y la basura se acumula por todas partes. Cada vez hay más gente enferma, lo que en cierto modo te favorece, pues haces tus trapicheos con el botiquín del coche.

La zona de conciertos ha sido cercada con alambre de espinos y los paramilitares patrullan la zona. Aparecieron hace una semana, y de cuando en cuando vienen al camping y hacen detenciones arbitrarias. Anoche, dos chicas se alejaron unos metros para ir a por leña y fueron asaltadas y violadas por tres uniformados. Y esta mañana apareció el cadáver de un chico en el camino a la playa. En el camping la gente está confeccionando una lista de desaparecidos. Van más de 300, la mayoría de la primera noche. Pierdes la esperanza de encontrar viva a tu hermana.

FIB 2008. 2ª parte

Pasan las semanas. Apenas queda comida en los almacenes. El otoño ha entrado con lluvias torrenciales. Estás famélico y calado en el interior de tu tienda. Sólo tienes unas bermudas, un bañador y un par de camisetas. Y un saco de dormir empapado.

Por fin llegan noticias del exterior, aunque confusas e incoherentes. La violencia se ha extendido a todo el litoral levantino y a parte de la Mancha. Casi todos los pueblos se han quedado desiertos. La población rural ha huído y se encuentra concentrada a las afueras de Valencia y Murcia, en campamentos parecidos al tuyo pero diez veces más grandes. Almansa ha sido arrasada y ocupada, y tu casa ya no es tuya. No puedes volver a tu anterior vida. Los paramilitares siguen por los alrededores del camping y los episodios de violencia se repiten. Ni siquiera sabes qué persiguen.

Un día, de forma imprevista, aparecen unos camiones con comida, conducidos por unos cuantos extranjeros que no hablan español. No sabes de dónde salen, pero al menos ellos sí están al corriente de vuestra existencia. ¡El mundo sabe que estáis ahí! Se despierta en todos la esperanza de que el fin esté próximo. Pero tras entregar la carga se van, sin que llegues a enterarte de quiénes son. Pasan las semanas, y la ilusión se va difuminando. Un mes después de la primera visita, los extranjeros regresan. Se reaviva la esperanza, pero esta vez con más dudas. En efecto, la operación se repite: llegan con sus camiones, entregan la comida y se largan. Vuelven otro mes y otro, y así periódicamente. Empiezas a comprender que los de los camiones no os van a sacar de allí, tan sólo van a manteneros con vida.

Los jóvenes buscan refugio para el calor bajo una tarima en el FIB. En un campo de refugiados las mujeres esperan al sol. (Fotos: EFE).

Los jóvenes buscan refugio para el calor bajo una tarima en el FIB. En un campo de refugiados las mujeres esperan al sol. (Fotos: EFE).

Entra el invierno, sin futuro ni esperanza. Consigues hacerte con algo más de ropa y una manta, pero tienes el frío metido en los huesos. Las enfermedades hacen estragos, y la mortalidad se dispara. Un domingo de enero llegan más extranjeros, con otros vehículos y otras banderas. Hacen unas cuantas preguntas y se van. Al cabo de unas semanas regresan y montan un hospital de campaña con cuerdas y lonas de plástico. Hasta han acondicionado una pequeña maternidad, pues ya se han producido los primeros partos dentro del camping. Entre la comida de unos y la atención médica de otros, la salud de todos vosotros va mejorando. También aparecen unas tropas extranjeras y se vuelve a encender una débil chispa de esperanza, pero simplemente se convierten en tus nuevos vecinos, sin más. Una vez más se desvanece la ilusión de que el fin esté próximo.

Pasan los años. Del antiguo camping apenas queda rastro. Sobre la misma explanada se levanta ahora un barrio de chabolas. La gente se ha ido buscando la vida y han reforzado las tiendas con lo que han encontrado: ramas, ladrillos, planchas de cinc... También hay un pequeño mercado con productos que llegan de Castellón y de Elche. Pero, en esencia, todo sigue igual: continuáis sin recobrar la libertad de movimientos ni la dignidad. A la violencia institucional se le añade la de nuevas bandas que van floreciendo dentro y fuera del campamento.

Un día te cuentan que un juez chino ha dictado orden de arresto contra el presidente del gobierno por crímenes contra la humanidad. Corre el rumor de que esto va a ser un nuevo Sarajevo. En el campamento hay reacciones encontradas: optimistas que ven cerca el fin de sus penas y pesimistas que temen que todo vaya a peor. Los más sensatos se temen que todo seguirá igual: ni Sarajevo, ni justicia, ni paz, ni leches. Que aquí se quedarán, por muchos años: alimentados, golpeados, curados, en un bucle infinito. Una vida más parecida a la de un vegetal que a la de un ser humano.


¡Abre los ojos! No eres de Almansa, eres darfurí. Hace cinco años tenías casa, familia y tu trabajo. Eras profesor de instituto en Tina y disfrutabas de una vida tranquila. Tenías un huerto y un rebaño de cabras que cuidaba tu sobrino cuando impartías clase. En fiestas y días de mercado venías a Tawila con tu hermana, y os reíais oyendo a los cuentacuentos. De la noche a la mañana lo perdiste todo y te viste abocado a este campo de desplazados. Ahora sólo eres una planta.