domingo, 1 de enero de 2012

Diez años de euro suben un 48% la cesta de la compra

 
Pérdida de poder adquisitivo

La crisis frena la escalada de precios del euro

Los consumidores apuntan que el redondeo y la falsa equivalencia con las pesetas son los culpables de la inflación

 
Una consumidora paga la compra con un billete de 50 euros en una pescadería del Mercado de Atarazanas.
Una consumidora paga la compra con un billete de 50 euros en una pescadería del Mercado de Atarazanas.  G., Torres

La cesta de la compra aumenta un 48% y los sueldos sólo un 14% Los empresarios dicen que los márgenes de beneficio son menores.

IGNACIO A. CASTILLO Alguno se comió las uvas y se fue corriendo al cajero automático a sacar los primeros billetes. Puede que diez años después, ya hayan tenido tiempo de arrepentirse de ese gesto precipitado. La moneda única, que entró en vigor el 1 de enero de 2002, cambió nuestra vidas y los precios comenzaron una escalada imparable que terminó por explotar y sólo ahora, con una crisis a la que aún no se le ve el final, parece que se moderan. Una década entre nosotros, haciendo la vida del consumidor un poquito más difícil cada día por culpa de la inflación.

En realidad, la antipatía hacia el euro fue evidente desde el principio. La moneda europea liquidaba a la peseta de toda la vida y de la noche a la mañana, los veinte duros de siempre se convirtieron en un euro. El café empezó a costar un euro; el pan también subió, puede que lo que más, hasta un 85% más caro diez años después; la alimentación; los pisos... Y sin embargo, los sueldos no subieron, al menos en la misma proporción que el coste de la vida.

Según un informe de la OCU, los salarios sólo se incrementaron un 14% en esta década, mientras que la cesta de la compra se encareció un 48%. Los márgenes de beneficio se dispararon y todo salió del bolsillo del cliente. Jesús Burgos, presidente de la Unión de Consumidores de Málaga (UCE), confía en que, poco a poco, los precios se estabilicen y vuelvan a la normalidad. «A la mitad del ciclo del euro, en el año 2005, asistimos a incrementos del valor de productos básicos que se acercaban al 200%. Ahora volvemos a recuperar los IPC aunque hay artículos de consumo diario que no se van a recuperar nunca, como el pollo, que cuesta un 70% más que en 2002, o el agua embotellada, un 50% más», señala.

Pero, independientemente de la nueva tendencia a la baja de los precios de los productos, la sensación real y constante del consumidor es de subida. Los consumidores apuntan al redondeo y a una falsa equivalencia con las pesetas como principales motivos de esa desconfianza.
Después de estos diez años de convivencia con el euro, los consumidores sostienen que la moneda europea les ha perjudicado, en tanto que los precios se han igualado en toda la zona euro, pero nunca ha existido el mismo poder adquisitivo en los distintos países que lo conforman.

Según Gonzalo Fuentes, secretario general de Comercio, Hostelería y Turismo de CCOO en Andalucía, «la sensación que tenemos los ciudadanos es que todos somos más pobres». «No es que estemos en contra del euro, sino de la conversión que se hizo en su día, sobre todo en la hostelería, que es el sector dónde más se incrementaron los precios y donde se produjeron los mayores abusos», sentencia. Fuentes recuerda también que en la negociación de los convenios colectivos, «nos costó muchos sacrificios conseguir aumentar un punto el IPC». 

En la parte contraria se sitúa Rafael Prado, presidente de la asociación de hosteleros de la provincia. Comparte, hasta cierto punto, la apreciación de que todo subió, incluido el café, «pero no sólo fue la hostelería», insiste. Además, asegura que fue precisamente la hostelería el sector donde más subieron los sueldos: «Los empresarios tuvimos que transigir mucho para no alterar la paz social y que no se convocaran huelgas que perjudicaran la llegada de turistas».

En todo caso, el presidente de la Federación de Comercio de Málaga, Enrique Gil, da una clave: si los precios están bajando es porque los pequeños comerciantes están reduciendo los márgenes de beneficio. «La materia prima, la mano de obra, el transporte... todo cuesta lo mismo. Las pymes no podemos recurrir a mano de obra más barata como las grandes multinacionales y bajamos los precios», concluye.