domingo, 1 de enero de 2012

¿Quién se quedó con el redondeo?

 
Sólo la tecnología es más barata

¿Quién se quedó con el redondeo?

La conversión de la peseta al euro fue inexacta y se produjo una subida generalizada de los precios que fue aprovechada para inflar la cesta de la compra

 
Una comerciante examina uno de los primeros billetes de 50 euros expedidos en 2002.
Una comerciante examina uno de los primeros billetes de 50 euros expedidos en 2002.  EFE

De la noche a la mañana, los consumidores tenían que pagar más por lo mismo en un más difícil todavía.

IGNACIO A. CASTILLO De repente, lo que costaba 100 pesetas comenzó a costar un euro, es decir, un 66% más. Las cifras oficiales, una década después, no hacen más que confirmar lo que era un secreto a voces: que el euro no cunde. Y esto se debe, básicamente, a que la entrada en vigor de la moneda única provocó una subida generalizada de los precios que no se vio reflejada en los salarios. Los consumidores tenían que pagar más por el mismo producto en un ejercicio de más difícil todavía para llegar a fin de mes... Hasta que llegó la crisis y para muchas familias se convirtió en misión imposible.

El cliente es el que terminó pagando los platos rotos de la inexacta adaptación de la peseta a la nueva divisa, sin saber muy bien quién se quedaba con el redondeo, siempre al alza. Aún hoy, tras diez años, nadie lo sabe y el destinatario final de estos céntimos de más depende de a quién se le pregunte.

Los hosteleros no admiten que se les acuse de ser los únicos que salieron beneficiados del redondeo. «Todo el mundo compara el precio del café y en realidad hubo mucho dispendio y nadie quiso ser convidado de piedra», se defiende Rafael Prado, presidente de Aehma. Así que, como el refrán, «entre todos la mataron y ella sola se murió».

Es cierto que subió el café con leche del desayuno, pero también lo hizo la mano de obra, el agua, el recibo de la luz, que pone en marcha la máquina, el combustible para el transporte que llevaba el producto desde la factoría hasta el almacén...

En realidad, lo único que ha bajado durante esta década ha sido la tecnología: televisores, cadenas de música y lectores DVD, hoy cuestan un 62% menos que en los comienzos del euro; videocámaras y grabadoras DVD son un 6% más baratos que en 2001, y cámaras de fotos un 72% menos, los electrodomésticos han bajado su precio un 4% de media.

Por lo demás, si el euro fue impopular desde el principio, es porque se ganó su mala fama a pulso. Ese recelo estuvo provocado por el incremento de los precios. La cesta de la compra costaba a una familia, de media, 765.378 pesetas al año (4.600 euros) y en mayo de 2011, los mismos productos suponían 6.800 euros al año, un 48% más en 10 años.

Según la OCU, la subida más espectacular, un 116%, corresponde a las patatas, que han pasado de 0,32 euros el kilo a 0,69. Le siguen los huevos, de 0,07 euros la unidad ha 0,15, un 114%; ; el arroz, un 45%; el aceite de oliva, un 33%; la carne de vaca, un 36%; y la de cerdo, un 26%.

Y en realidad cualquier cosa, por pequeña que fuera. «Hasta las tiendas de todo a cien comenzaron a llamarse de todo a un euro. Es algo que es muy sintomático y ahora vemos normal pagar tres euros, que son 500 pesetas, por algo que puede tener un coste de fabricación de veinte céntimos», expone Prado.

Es el valor psicológico que se le ha dado a la moneda de euro y que la mayoría, inconscientemente, equiparó con la antigua de cien pesetas. Enrique Gil, presidente de la Federación de Comercio de Málaga (Fecoma), asegura que el euro «marcó aún más las diferencias entre los que tienen más y los que tienen menos». «Se ha abusado del redondeo y eso que estaba prohibido», reconoce. ¿Y quién se ha quedado con esos beneficios? «Los que están más arriba», sospecha.

Un chollo

«Nos hemos empobrecido», sentencia Gonzalo Fuentes, secretario de Hostelería de CCOO en Andalucía. «El euro fue un chollo para los empresarios, que se hincharon a ganar dinero», añade. En su opinión, la conversión se hizo utilizando los céntimos de euro como si fueran céntimos de pesetas.

La inexactitud de la paridad con la peseta, que se fijó con tres decimales (un euro equivale a 166,386 pesetas, por si no lo recuerdan), tuvo como consecuencia un casi inevitable ejercicio de redondeo para evitar confusiones, en unos casos, y para aprovecharse de la situación, en otros. Hasta el punto de que Málaga fue la provincia andaluza donde se detectó un mayor aumento de los precios.

El uso de calculadoras conversoras fue muy común, sobre todo los primeros meses. Diez años después casi nadie piensa en pesetas. Sin embargo, a la hora de afrontar un gasto importante, como la compra de un coche y, sobre todo, de una vivienda, parece inevitable hacer los cálculos en pesetas. Porque, aunque parezca mentira, no es lo mismo que tu casa de cien metros cuadrados, tres dormitorios, dos baños, trastero y plaza de garaje te haya costado 252.425 euros que 42 millones de pesetas. Eso sigue siendo así.

Los clientes, que son el último eslabón de la cadena, no entienden los motivos de queja que tienen los productores o distribuidores. «Que no se quejen tanto, que los márgenes de beneficio tienen que estar en algún lado», señala Jesús Burgos, presidente de la Unión de Consumidores en Málaga. «Queremos defender la zona euro y nuestra integración en la misma. No obstante, creemos que esta inclusión ha de ser a todos los niveles. Después de estos 10 años de convivencia con el euro, esta asociación cree que la moneda europea ha perjudicado al bolsillo del ciudadano español, en tanto en cuanto los precios se han igualado en toda la zona euro, pero nunca ha existido el mismo poder adquisitivo en los distintos países que lo conforman, de esta forma, los españoles no han salido ganando con el cambio», añade el presidente de los usuarios.

La UCE revela que, según los datos obtenidos, los precios tienden a normalizarse y el próximo año se mantendrán por la misma senda, «cayendo entre un 20% y 40% hasta que se reconduzca, de nuevo, la economía».