Han recuperado la autoestima y ahora se sienten capacitados para trabajar. La creación de dos cooperativas escolares en el centro de las Adoratrices ha sido un revulsivo para alumnos que pensaban que estudiar no era lo suyo
23.04.09 -
Muestran el logotipo de una de las cooperativas y un panel con los productos que van a vender. / CARLOS MORET
Cuando llegaron al Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) del Centro de Enseñanza Secundaria Santa Madre Sacramento (Adoratrices) muchos no confiaban en sí mismos, en sus capacidades para trabajar, aprender, estudiar... Su fracaso en la Secundaria les había provocado escepticismo sobre un sistema educativo que no contaba con ellos.
Pero el primer año de esta actividad, que se ha puesto en marcha en las Adoratrices, ha dado un vuelco en sus vidas. Sólo hay que mirar sus caras de ilusión para reconocerlo. Los dos cursos de Informática y Administrativo, dirigidos por los profesores Dolores Aguilar y Sebastián Navas, iniciaron una bonita travesía empresarial: la que le ofrecía el Centro de Apoyo al Desarrollo Empresarial (CADE) a través del programa 'Proyecto Emprendedor'.
Las cooperativas, 'Classmate.co' y 'Vipers13' se crearon ajustándose a la realidad empresarial: con sus estatutos (que los propios alumnos-socios decidieron y votaron), su capital inicial (20 euros por barba), y la decisión de realizar productos para venderlos en tres eventos: Navidad, el Día de los Enamorados y durante una feria de cooperativas escolares, que se celebrará en Málaga en mayo.
«Esta cooperativa y estos estudios me han cambiado. Pensé que aquí veníamos a pasearnos, y me ha cambiado la idea de estudiar y de aprender un oficio», cuenta Ismael Sánchez, de 18 años, que entró en este curso de cualificación profesional tras repetir en dos ocasiones durante la Secundaria.
Su historia es muy similar a la de otros alumnos que hoy muestran una cara nueva. Para ello, se tuvieron que poner manos a la obra y pensar qué productos venderían para Navidad. Si perdían dinero les dolería de verdad porque era de su propio bolsillo. Y así pasó. Al principio, fueron a lo fácil. A comprar productos propios de tiendas multiprecios, es decir tarritos de perfumes, guantes, bufandas, pendientes, anillos. Pero... seguramente el mercado estaba saturado y su experiencia no fue muy positiva. El primer balance lo decía todo: unas ganancias de siete euros.
Credibilidad en juego
Eso no se podía volver a repetir. Estaba en juego su credibilidad como cooperativas y volvieron a la carga en el Día de San Valentín tras estar durante más de tres semanas teniendo asambleas para ver qué productos vendían. «La clave, pensábamos, estaba en hacer productos propios», relata Federico Aguilar, de 17 años, que fue uno de los artífices de las nuevas propuestas. Todo este 'braimstorming' se tradujo en dos propuestas: la creación de grafitis en papel con los nombres de los interesados y curiosas flores hechas de gominolas, que ellos mismos entregarían al ser amado con una carta del emisario expresándole su devoción. Fue toda una revolución. Una semana antes tuvieron que dejar de hacer pedidos, una medida a la que optaron para evitar que tuviesen stocks. «Muchas veces nos mordíamos la lengua cuando queríamos ayudarles; el hecho es que ellos pensaran en los pros y los contras y tomaran decisiones; era fundamental», como señala el profesor Sebastián Navas contando el singular proyecto. En esta segunda fase facturaron unos 370 euros. Ya habían cogido el camino.
Y ahora su tercera experiencia estará orientada a vender productos de Extremadura, ya que en aquellas tierras cuentan con una cooperativa socia. Pimentón, aceite y tomate, pringá ibérica y cachuelas formarán parte de su stand el próximo día 26 de mayo en una feria de cooperativas escolares, que se dará cita en la plaza de la Merced. Y esperan tener éxito. Y si no, ya han previsto una reventa escolar. El objetivo: recuperar el dinero y obtener beneficios. Y sobre todo, sentir que, entre todos, han hecho empresa.
