domingo, 25 de enero de 2009

Los inquilinos de la terminal

VIDAS EN LA CALLE DESTINO: EL AEROPUERTO

Duermen en el suelo o en algún banco de la sala de espera mezclados con los pasajeros; se asean en los cuartos de baño y viven de lo que pueden. Antes apenas eran una o dos personas, pero ahora una veintena de 'sin techo' se alojan en el aeropuerto de Málaga
 
Los inquilinos de la terminal
Los 'sin techo' llevan sus cosas en los carros del aeropuerto. / ANTONIO SALAS
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Durante el día, se camuflan entre los pasajeros. Sus carros, llenos con las escasas pertenencias, se mezclan con los portaequipajes de turistas y viajeros. Pero, a las diez de la noche, cuando decae el ajetreo de llegadas y salidas de aviones, estos inquilinos de la terminal dejan de ser invisibles. Son los moradores nocturnos del aeropuerto malagueño, que conviven en la T1 y la T2 junto a los trabajadores del turno de noche y con los pocos pasajeros que esperan embarcar durante la madrugada.
Merodean entre los pasillos vacíos, rebuscan en la basura algo que llevarse a la boca y al filo de la madrugada se dirigen a sus rincones preferidos para dormir. Algunos llevan viviendo allí meses y ya son una parte más del aeropuerto. Cualquier recoveco tranquilo de las salas de espera se convierte en una buena cama para ellos. Su historia podría recordar a la película de Tom Hanks, con la salvedad de que el protagonista de 'La terminal' estaba atrapado en el aeropuerto y ellos continúan allí por voluntad propia.
Las instalaciones aeroportuarias les ofrecen calor frente al frío del invierno, un techo cuando llueve, seguridad ante los peligros de la calle, aseos y agua corriente. Por eso, el aeropuerto se ha convertido en el mejor refugio para los 'sin techo' y en los últimos meses su número se ha incrementado notablemente.
Convivencia difícil
Los empleados del aeródromo ya los conocen y saben de qué pie cojea cada uno de ellos. «Está la italiana, el abuelo, la rumana, María... a cada uno le tenemos puesto un nombre», indica una limpiadora de las cafeterías de la zona de salidas de la T2. «Poco a poco te enteras de sus vidas, por ejemplo, hay una chica rumana que lleva aquí más de dos meses y que dicen que se ha vuelto loca porque su novio le ha dejado; hay otro al que llamamos El Pintor porque va caminando y discutiendo con los extintores y mueve la mano como si estuviese dibujando garabatos», indica uno de los vigilantes de seguridad del aeropuerto.
«La mayoría son inmigrantes y hay algunos que parecen tener problemas mentales», indica otra limpiadora. «Nunca habíamos tenido aquí a tanta gente durmiendo por la noche; ahora mismo hemos contado a una 20 personas que viven en el aeropuerto», continúa la misma trabajadora. Ninguno de los empleados con los que hablamos quiere dar su nombre. Lo que ocurre en la terminal con estas personas es un secreto a voces, pero ningún empleado se atreve a rubricar las denuncias.
Lo normal, asegura otra trabajadora, era que hubiese una o dos personas durmiendo en los pasillos. «Al final les terminabas cogiendo cariño porque les veías todos los días y los empleados les traíamos comida o incluso ropa porque en el fondo eran personas con problemas, pero ahora es diferente, porque los nuevos son mucho más conflictivos» añade.
La convivencia entre los 'sin techo' y los trabajadores se resiente con la misma rapidez con la que aumentan los inquilinos de la terminal. El servicio de limpieza es el que se ve más afectado por estos transeúntes. «Esto no se puede aguantar; trabajamos en el turno de noche con miedo, porque cuando vamos a limpiar los aseos por la noche no sabemos lo que nos vamos a encontrar y muchas veces se enfrentan con nosotros», indica una limpiadora. Mientras habla, uno de los 'sin techo' que andaba sin rumbo por la zona se dirige hacia ellacorriendo e intenta tirarle del pelo. «¿Ves, esto es un peligro porque la mitad tienen la cabeza ida y un día va a pasar algo malo?» indica tras levantarse de un salto del banco donde estaba sentada ante el ataque del vagabundo.
 
Enfrentamientos y hurtos
Otro limpiador asegura que algunos de los 'sin techo' muestran una actitud «chulesca» y que ensucian adrede el aeropuerto cuando están ellos delante «para fastidiar». «Cuando te ven cerca, tiran basura delante de tus narices para reírse, porque saben que lo tienes que limpiar, y muchas veces en los baños nos hemos encontrado con panoramas muy desagradables; a algunos los hemos pillado duchándose enteros en el lavabo, y les da igual que entren los pasajeros, no tienen ningún pudor», asevera.
Pero la cosa no queda ahí. Algunos comerciantes y restaurantes de la zona indican que han sufrido hurtos en más de una ocasión. «Aprovechan que tienes mucha gente en la barra para coger todo lo que está en el mostrador», indica la encargada de uno de los bares. Los responsables de la seguridad del edificio indican que los pasajeros también han sufrido robos. «Esperan a que alguno se quede dormido o esté más despistado para intentar quitarle el bolso o la maleta; el problema es que los viajeros están de paso y ninguno tiene tiempo para poner una denuncia, y sin denuncia, no se puede tomar cartas en el asunto», dicen.
El último episodio se produjo en la noche del jueves. Uno de estos habitantes del aeropuerto intentó llevarse algunas botellas de alcohol de una de las tiendas de la T2. La dependienta se dio cuenta y se lo recriminó. El hombre se puso violento y le tiró una piedra, por lo que tuvo que intervenir la policía. Por suerte, la empleada resultó ilesa.
Las amenazas hacia los trabajadores también son constantes. «Nosotros solíamos tener mucha empatía con estas personas, pero los nuevos son de otra calaña; a mí me han amenazado con darme una paliza varias veces porque les recuerdo que no se puede fumar dentro, se pelean entre ellos y han llegado a quemar un colchón», comenta otro empleado, aunque los responsables de Aena aseguran que hacen todo lo posible para que no se produzcan estos incidentes. «Parece que entre algunos de ellos forman su camarilla y se vuelven más agresivos, porque los que están solos no forman tanto lío, sólo duermen aquí y ya está; pero en general, esto para ellos es como un hotel de cinco estrellas», continúa.
Historias sin equipaje
Como siempre, la realidad depende de a quién se le pregunte. En la terraza de la T2 encontramos reunidos a algunos de los 'sin techo'. Yaga viene de Inglaterra con una guitarra colgada a la espalda y la esperanza de que alguien le descubra para poder grabar un disco. Mientras, consigue algo de dinero cantando los grandes éxitos de otros. «Aquí no molestamos a nadie y vivimos de lo que los pasajeros nos dan o de lo que sacamos de las papeleras, no robamos», asegura Yaga cuando le referimos las quejas de los comerciantes de la terminal.
Leonardo es polaco y llegó a la Costa del Sol para trabajar. Pero desde hace unos meses nadie le contrata y él ha tenido que irse a vivir al raso. «El aeropuerto es seguro, porque en las calles muchas veces te roban lo poco que tienes y no puedes pegar ojo porque alguien puede hacerte daño», dice. El caso de Tedy es diferente. Lleva viviendo con otro amigo 'sin techo' en la costa medio año y proclama que es un alma libre y que le gusta vivir en la calle sin ataduras. El más joven del grupo es Argo. Es de Estonia e indica que no tiene dinero para volver a su casa.
Con un cartón de vino compartido, las colillas de los cigarros recogidas de los ceniceros de entrada en el aeropuerto y la música de Yaga de fondo, los 'sin techo' comparten las horas en la terminal. Se han hecho amigos y unos y otros, chapurreando varios idiomas a la vez, se cuentan sus vidas y las circusntancias que les han llevado a vivir en el aeropuerto.
Los 'sin techo' saben que pueden permanecer en el aeropuerto sin que nadie les eche. «Es un espacio público, y como tal no podemos expulsar a nadie; lo único que podemos hacer es llamar a la policía si se ven involucrados en un altercado, a los servicios sociales cuando vemos que hay un problema sanitario», explican desde Aena.
 
¿Problema sin solución?
Los trabajadores sociales del Centro Municipal de Acogida tienen conocimiento de que hay muchos 'sin techo' viviendo en el aeropuerto. «Vamos allí muchas veces, pero si ellos no quieren venir con nosotros no podemos obligarles; muchas veces acceden a venirse, les aseamos, les damos ropa limpia pero a los dos días vuelven al aeropuerto», dice una de las responsables de estos servicios. «Ellos saben que existen nuestras instalaciones y que pueden hacer uso de ellas, pero no quieren someterse a unos horarios ni hablar con nuestros trabajadores sociales para buscar alguna solución a su caso, así que vuelven a la calle», dice.
Los empleados temen que el efecto llamada haga que la situación se descontrole. «Nos han dicho que en la T4 de Madrid hay más de 70 vagabundos; esto no se puede comparar, pero lo que nos preocupa es que el número siga aumentando y se convierta en un verdadero problema de seguridad, salubridad y de mala imagen de un aeropuerto al que cada día llegan miles de turistas de todo el mundo», asegura uno de los vigilantes privados del edificio.
«No sé qué solución habrá, pero hay que buscar alguna, porque estamos trabajando poniendo en peligro nuestra salud, porque estas personas utilizan los mismos aseos que los trabajadores y los pasajeros, y algunas de estas personas tienen piojos y otras enfermedades», sentencia una empleada en la puerta de embarque.
En la terraza de la T1, Yaga toca 'No woman no cry', de Bob Marley. Mientras puedan, aseguran, seguirán en el aeropuerto. Son los refugiados de una sociedad a la que no quieren adaptarse o que no ha conseguido encontrar un lugar para ellos.