sábado, 21 de agosto de 2010

Melilla, la última frontera

[http://www.diariosur.es/rc/20100822/espana/melilla-ultima-frontera-201008220031.html]
 

tensión con marruecos

Melilla, la última frontera

Los habitantes de la puerta de Europa son conscientes de que, a pesar de los desencuentros, Beni Enzar es el motor de la ciudad

22.08.10 - 00:38 -
Melilla, la última frontera
Los marroquíes guardan cola para entrar a España. / Foto: Jorge Guerrero
 
Sólo un puñado de metros separan la frontera de Beni-Enzar del Mediterráneo. Pero no huele a mar. Un hedor de alcantarillas inunda el cordón de tierra que une a Melilla y Marruecos. Beni-Enzar, más que una frontera, parece un sucio descampado polvoriento tras el paso de un bullicioso mercadillo ambulante que ha dejado un abundante rastro de cartones y plásticos.
Los enormes charcos y el lodazal provocados por las últimas tormentas son sorteados con habilidad por las cerca de 30.000 personas que se ganan la vida con el contrabando de objetos entre España y el país vecino. La frontera de Beni-Enzar, la más grande de los cuatro pasos que tiene Melilla, vuelve a latir. Y con ella el corazón de la ciudad, empeñada en olvidar cuanto antes las dos semanas de la última crisis, una más entre los dos vecinos. Una Melilla sabedora que -a falta de industria o turismo- su gran valor es ser la última frontera de Europa y que su economía depende en gran parte de la venta de enseres al por menor con destino a Marruecos. Es muy consciente, por tanto, del daño que pueden provocar la aparición de esas presuntas asociaciones civiles que han orquestado la campaña contra España a cuenta de unos supuestos malos tratos por parte de policías mujeres.
Bajo el sol de agosto, la riada de porteadores fluye sin parar, algunos hacen el viaje hasta seis veces al día por lo que debía ser la 'tierra de nadie' y que Marruecos ha ocupado con edificios, garitas policiales y hasta con un quiosco de Maroc Telecom. Es más un mercadillo que un confín. Lo que debían ser 500 metros han sido reducidos a menos de 50, en los que se mueven a sus anchas contrabandistas de medio pelo y policías marroquíes. Allí lucían, hasta el miércoles, las pancartas de denuncia de las 'agresiones' de las uniformadas españolas.
Ya no hay rastro de los piquetes que vigilaban que ningún camión entrara con fruta, verduras, pescado o material de construcción, lo único que Marruecos exporta a Melilla. La ciudad, en cualquier caso, nunca ha estado desabastecida.
"Esto vuelve a estar tranquilo, quizás demasiado", explica un agente de la V UIP (Unidad de Intervención de la Policía) mientras mira el constante trasiego de 'mujeres tortuga', las porteadoras que tienen en Beni-Enzar y, sobre todo, en el paso del Barrio Chino sus centros de trabajo.
El agente señala con el dedo a los policías de fronteras del país vecino que están a 20 metros, siempre en lo que debiera ser 'tierra de nadie'. Un agente marroquí saluda con un apretón de manos a una mujer cargada de mantas y rollos de papel higiénico. Ella le da un billete durante el artificial saludo que el policía guarda sin disimulo. Junto a él hay un cartel metálico y herrumbroso que nadie se ha molestado en rectificar: "Halto policía".
Frenético
Al otro lado de la frontera, en tierra de Marruecos (ahora sí, oficial), el movimiento es igual de frenético. Los recién llegados descargan sus fardos. Desde el café 'Por qué no' y el hotel (eso afirma su reclamo) 'Quatro Saisons', que parecen ser los centros neurálgicos de la frontera, varios hombres ociosos miran a las contrabandistas. Una gran foto de Mohamed VI preside la escena. Saida M., la mujer que acaba de pagar la mordida, no se calla. "Nos van a terminar por arruinar a los que vivimos del comercio a los dos lados de la frontera. La policía marroquí cada vez pide más dinero y la española cada vez pone más problemas. Incluso los españoles rompen nuestros pasaportes para castigarnos", asegura Saida, vecina del cercano Nador, haciéndose eco de una denuncia que se repite cual mantra entre los porteadores.
De vuelta a España, un cartel da la bienvenida a "Melilla, ciudad antigua y modernista". Bajo el pomposo letrero varios tipos venden botes de 'Nocilla' polvorientos y pañales como si de un 'top manta' se tratara e invitan a modo de 'duty free' a los transeúntes a apurar sus últimas compras antes de pasar la frontera. Beni-Enzar es, sin duda, la zona más movida durante las horas del día, en las que el resto de la ciudad parece languidecer.
En la calle principal de Melilla, la Avenida Juan Carlos Primero, no hay apenas trasiego y las tiendas están casi vacías. Ni siquiera en las playas de Los Carabos o San Lorenzo hay más que un puñado de bañistas a pesar de ser mediados de agosto y el sol africano castiga con ganas. El Ramadán parece haberse apropiado de la ciudad y de sus edificios de estilo colonial a pesar de que sólo el 45% de sus 75.000 habitantes profesan la fe de Mahoma. Apenas las furgonetas de la UIP, los todoterrenos de la Guardia Civil y los vehículos militares rompen el silencio. Los uniformes, como los cartones y plásticos, son omnipresentes.
Muy cerca del 'duty free' callejero, una fila infinita de coches 'indultados' del desguace aguardan para volver a Marruecos cargados hasta los topes. La cola llega hasta el polígono industrial 'Sepes', dedicado a almacenes de todo tipo de género para los contrabandistas.
Mientras sus compatriotas guardan cola dentro de sus coches bajo el sol o se hacinan para entrar a España en las 'jaulas' y tornos que dan acceso a Melilla, Abdelmoneim Chauki, presidente de la Coordinadora de Asociaciones de Sociedad Civil del Norte de Marruecos, uno de los responsables del último embrollo diplomático, se hace entrevistar en 'tierra de nadie', a modo de provocación a los funcionarios españoles. Al principio es conciliador: "La actitud de la Policía Nacional sólo hace daño a la economía de las dos partes. Si dificultan el paso y la gente sólo puede pasar una vez al día, al final las compras en Melilla son muchas menos. Esto tiene que cambiar". Cuando las preguntas se tornan incómodas se desata la cascada de reproches a voz en cuello: "Todos los malos tratos son obra de la mujeres policías", "desde enero han roto 447 pasaportes", "hemos contado 123 agresiones"...
Chauki, a decir de los dueños de las tiendas adyacentes a la frontera en la parte española, sólo sería uno de los 'cuatro gatos' que se empeñan en empañar unas relaciones que "aunque complicadas nunca son malas".
 
Comercial Jaimito
Uno de estos comerciantes es desde hace 18 años el español Abdelkader Hamed, dueño de 'Comercial Jaimito', en la calle General Astilleros. Un local como las decenas que se apiñan en la Avenida de Europa o en Dique Sur junto al paso de Beni-Enzar llenos de productos listos para atravesar la frontera ocultos en los motores o las puertas de los coches de los contrabandistas. "Esto no puede volver a pasar. Se tiene que arreglar por narices. Entre unos y otros terminan hundiendo al pueblo más humilde que es el que vive de la frontera", explica. "Los boicots marroquíes y los problemas que pone la policía española han hecho que nuestras ventas hayan caído en picado desde hace tres años. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente con la crisis!".
Sus palabras son refrendadas por sus amigos, el malagueño melillense Enrique Oliver, y Yousef, un comerciante de telas del cecano Rastrillo al que los enfrentamientos en la frontera le "cuestan una pasta". "Ahora para vender tenemos que llevar nosotros mismos las telas a Nador porque los compradores sólo tienen problemas para entrar y salir", denuncia.
Lejos del polvo de la frontera, Amal Boalas vuelve a mostrar su contagiosa sonrisa. El dueño del puesto de pescadería 123 del Mercado Central, tras un par de días de bloqueo, vuelve a vender sepias, emperadores, salmonetes, sardinas... La pinta del pescado es fabulosa. "Recién traído de Marruecos y más fresco imposible", se publicita. Las palabras atropelladas de Boalas, en una mezcla de castellano y dariya (el árabe dialectal de Marruecos), resumen el sentir de una ciudad angustiada estos días y que sabe que tras el Ramadán, termina el 11 de septiembre, vuelve a pender la espada de Damócles de nuevos boicots en la frontera. "De la buena relación entre los dos países comemos todos. La falta de entedimiento nos llevaría a la ruina a todos. Eso lo tienen que entender los policías de las dos fronteras, los políticos españoles y los activistas que bloquean Beni Enzar. La frontera es la vida de Melilla y al final esto se arreglará". "Insha'Allah. Dios lo quiera", se apresura el pescadero a traducir la propular frase árabe.
Aquí, sí. Con los estantes de nuevo llenos hasta los topes de pescado, marisco y con la sonrisa de Amal sí que huele a Mediterráneo.