sábado, 19 de junio de 2010

Anselmo Ruiz: «Ayudar a todos es más barato que pagar cargos que no se necesitan»

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Anselmo Ruiz: «Ayudar a todos es más barato que pagar cargos que no se necesitan»

El responsable provincial de la institución religiosa asegura que el perfil de los que necesitan ayuda ha cambiado radicalmente con la crisis económica. La media de edad se sitúa entre los 27 y los 37 años. Miles de personas que se ven obligadas a buscar auxilio por primera vez, a las que suma la situación de los inmigrantes, cada día más desamparados por la depresión del sistema y la falta de trabajo

 
El director de Cáritas en la sede situada en la calle Fresca.
El director de Cáritas en la sede situada en la calle Fresca.  Arciniega

LUCAS MARTÍN Anselmo Ruiz lleva toda su vida colaborando con Cáritas. Hace ochos años, se situó al frente de la institución en Málaga. La silla no le ha reportado comodidad. Lo suyo nunca ha sido morderse la lengua. En su juventud, fue de los que galopó por debajo de las porras de los grises y ahora tampoco tiene condescendencia con el poder. Habla sin eufemismos, lúcido y combativo. Defiende la aplicación de la renta básica y una reestructuración de la política. «La crisis siempre la pagan los mismos », sentencia.

El número de solicitantes de ayuda ha crecido un 25 por ciento en apenas un año. ¿No hay síntomas de mejora?
Lo que parece es que la cifra no crecerá en la misma proporción que en los últimos dos años. En los próximos meses se mantendrá, aunque la demanda será igual de poderosa. Son muchos los que han agotado las prestaciones sociales y carecen de recursos. Gente joven, algunos de ellos con estudios superiores, que no encuentran trabajo y están desbordados por la situación.


¿Ha cambiado tanto el perfil como sostienen los estudios?
En Málaga, la mayoría de los que piden ayuda a Cáritas no tienen más de 37 años. En general, se trata de personas que jamás han buscado el socorro de ninguna institución, que eran prósperas hasta hace poco y se encuentran de repente con la amenaza del banco para retirarle la casa porque no pueden pagar la hipoteca ni hacer frente a los gastos ordinarios. Es verdaderamente duro y delicado. Muchos vienen en parejas porque sienten vergüenza, jamás imaginaban que iban a verse en esta vicisitud. Luego está, claro, el caso de los inmigrantes, que se han visto golpeados justo cuando empezaban a levantar la cabeza.
Imagino que en este caso la indefensión es todavía mayor...
Sin duda, es la parte más débil de la sociedad. A muchos de los que recibimos ahora, ya habían pasado antes por aquí y se independizaron después de encontrar un trabajo o pasar por nuestros talleres de oficio. El problema añadido es que carecen de familia y apoyo en España. En la zona de interior es todavía más grave. Muchos trabajan como temporeros y se han visto reemplazados por los nativos que se iban quedando en paro en la construcción o los servicios.


¿Qué tipo de ayuda es la que más demandan?
En líneas generales, lo básico, comida y ropa. Lo que ocurre es que muchos necesitan colaboración para pagar el alquiler o la hipoteca. Si falla en el pago, viene la orden judicial y pueden perder algo tan elemental como el hogar. Lo que ocurre es que nuestro presupuesto no nos permite asumir los recibos de todos. Hay casos en los que tienen dos o tres facturas pendientes y hacemos el esfuerzo, pero, en otros, la deuda es de un año. Ahí nos vemos impotentes. Aunque se la pagáramos no podrían sufragar los plazos siguientes y lo único que conseguiríamos es hacerle una donación al banco.


¿Se sienten frustrados en su labor?
Es muy doloroso. Algunos voluntarios lo han pasado mal y es comprensible. Tenemos, por ejemplo, un programa de talleres para jóvenes sin ningún tipo de titulación en el que, además de enseñar un oficio, procuramos transmitir valores y saberes útiles para desarrollarse en el mercado laboral. Antes había una cuota alta de contratación. Los chicos salían y se incorporaban a la mecánica o a la construcción, pero ahora lo tienen más jodido. Eso es grave porque el trabajo, como decía Juan Pablo II en su encíclica, es la piedra capitular del desarrollo.


¿Existen soluciones?
Por supuesto que sí. En Andalucía, por ejemplo, tenemos aprobada, a través del Estatuto, la renta básica, que es de necesidad imperiosa en esta sociedad. Puede parecer quimérico, pero con las cifras en la mesa, no sería tan descabellado poner en marcha un subsidio para todo el mundo que evitara la exclusión. Eso sería una política prioritaria, pero está claro que no forma parte de la agenda de los que nos gobiernan, que son, mayoritariamente, el PSOE y el PP.


Malos tiempos para sugerir nuevas prestaciones, ¿no cree?
En absoluto, ahora es precisamente cuando más se necesitan. Lo que pasa es que la crisis siempre la pagan los mismos y eso es inaceptable. No estoy hablando de algo inviable. ¿Por qué no disminuir los gastos derivados de la organización del Estado? ¿Por qué no reducir el número de cargos de confianza? ¿Por qué mantener tanta estructura deficitaria? Con la mitad del gasto que generan los puestos que son prescindibles se podrían sufragar los costes de la ayuda para todos los que la precisan. Este sistema debe replantearse sus objetivos. En política no todo vale ya, a veces habría que apostar por estas medidas, aunque parezcan ingenuos y resten votos.


Se le ve muy satisfecho con las instituciones, ¿teme que haya recortes en su aportación?
El grueso de nuestra financiación procede de los legados particulares. Ellos, junto a los voluntarios, son el grueso de Cáritas. En lo que respecta a la colaboración de las administraciones, varía en cada caso. Con el Ayuntamiento y la Consejería de Bienestar Social tenemos acuerdos a largo plazo, de una década, y, por el momento, no sólo no se ha reducido, sino que, incluso, ha aumentado. Con la Consejería de Empleo, sin embargo, firmamos un convenio para ayudar a desempleados en diciembre y todavía estamos esperando a que nos llamen. Sólo pedimos eso, que nos contesten, porque no sabemos nada.


¿Quién tiene la culpa de la crisis económica?
Más allá de los análisis puntuales, la situación viene provocada por una crisis de valores. Llevamos décadas instalados en una cultura que pone el acento en el individualismo, en la acumulación material y que se olvida de que el hombre tiene una dimensión social. Es el precio del relativismo, de no saber distinguir el bien del mal.


¿Hay salida para esa crisis?
Claro, estamos hablando de algo que está dentro de cada persona. Por mucha riqueza que se tenga, siempre hay momentos en los que uno se queda solo y reflexiona sobre la felicidad. Lo único que te deja satisfecho es responder a la condición de hombre y eso sólo se consigue con compromiso hacia los otros. Le hablo de dignidad. Cuando hablamos de integrar a los inmigrantes habría que pensar en lo que estamos diciendo. ¿Qué es lo que queremos? Más bien habría que ayudarles a obtener su independencia y poner el oído cerca. Quizá tengamos mucho que aprender de ellos. Muchos llegan sin dinero, pero con la dignidad intacta. La mente la tienen en trabajar y ayudar a los suyos.


¿Cuál es la relación de Cáritas con las ONG? ¿Trabajan juntos?
Tenemos relaciones y trabajamos conjuntamente con organizaciones que están en nuestro campo y trabajan temas como la infancia, la pobreza y la exclusión. Es el caso de Málaga Acoge. Lo que pasa es que nosotros somos más de trabajo directo. Si tuviéramos que dedicarnos a participar en coordinadoras y crear plataformas nos quedaríamos sin recursos humanos. A veces se va el esfuerzo en una maraña burocrática que resta eficacia. Lo nuestro es actuar.


Cáritas goza de mayor predicamento que la Iglesia, ¿se sienten la parte más amable de la institución?
Es cierto que nuestro trabajo es respetado por todo el mundo, más allá de credo e ideología. Es más, existen sectores que despotrican a menudo en contra de la Iglesia y con nosotros se prodigan en elogios y abrazos. Eso responde a un concepto caduco, olvidadizo, que tiende a negar la dimensión social de la Iglesia. A veces Dios estorba.


¿Cómo ha evolucionado la solidaridad de los malagueños en los últimos años con la crisis? ¿Se impone la política del sálvese quién pueda?
Todo lo contario. Precisamente, en este periodo, hemos crecido en el número de donantes y de socios. La prueba está en la campaña que hicimos para ayudar a los damnificados en el terremoto de Haití. Conseguimos recaudar más de un millón de euros en Málaga y eso que nosotros no gastamos ni un euro en publicidad. Eso fue posible por la generosidad de todos y porque muchos malagueños confían en Cáritas.


¿Cómo andan de apoyo de instituciones privadas? ¿Se rascan el bolsillo las grandes empresas?
En general, aparte de particulares y de las administraciones, la que nos ayuda es La Caixa, con la que tenemos firmado un convenio para trabajara con la infancia. Insisto en que nuestro mayor aval son los donaciones y el trabajo de voluntarios. Sin ellos no podríamos funcionar. Cáritas no puede pagar a todos los que ponen su grano de arena.