martes, 22 de septiembre de 2009

Los Asperones, versión 'hardcore' o melódica

URBANISMO | Levantado hace dos décadas

Los Asperones, versión 'hardcore' o melódica

Berta González de Vega | Málaga

Actualizado lunes 21/09/2009 20:18 horas
 

La historia de Los Asperones puede entonarse de varias maneras. La letra de su canción, a ratos, puede ser una balada alegre o encaminarse hacia los acordes más duros del hard rock. Incluso puede pasar todo a la vez. En cualquier caso, las notas nunca fueron fáciles de tocar y las administraciones nunca afinaron con suficiente ritmo.

En la versión rap, una mera recitación de hechos, se hablaría de un poblado de casas prefabricadas -ojo, nunca chabolas- en lo que entonces era la trasera del mundo, un punto de casas bajas cerca del cementerio, del vertedero y de la protectora de perros, rodeadas de lomas peladas, muy lejos del mar, donde fueron a vivir gente a la que se dijo que se recolocaría en cinco años a lo sumo. Llevan 20.

Si le ponemos ahora acordes de heavy metal, hard core, conviene hablar de cómo aquello, apartado de todos y de todo, evolucionó fatal. Sus patios con nombre de alegres palos flamenco se llenaron de traficantes, los niños al salir de sus casas se tropezaban con fumados o yonquis, fue cuando el nombre del poblado empezó a ser sinónimo de marginalidad extrema.

Lo cuenta Juan, hoy barrendero de Limasa: "Yo, de chico, vivía en la calle Martínez Maldonado y me trajeron aquí. Yo no era un marginal, pero me hicieron. Con la droga hemos pasado mucho. Han caído primos y colegas muy jóvenes. Hemos tonteado todos con ella, pero muchos se buscaron la ruina". La ruina es estar muerto o en la cárcel.

Ahora el barrio está mucho mejor. Las calles están más limpias, hay farolas y todas funcionan, badenes que se han puesto encima de un asfalto nuevo para que los niños no se asusten con un coche tuneado a demasiada velocidad. El que ha podido, se ha arreglado su casa. Se ven aparatos de aire acondicionado, viejos al sol y furgonetas con chatarra que aparcan en las puertas de las casas mata. Muy cerca, están las casetas que instaló la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA) para ir organizando el realojo de las aproximadamente 250 familias.

Para cumplir una promesa que llegó a parecer profecía bíblica, de tan antigua que era. Y, ahora, resulta que la gente se ha hecho al barrio y que la Junta se puede encontrar con que no son tantos los que quieren dejar atrás los Asperones, con la ciudad ya en las puertas de la barriada.

"Ahora quieren el suelo ellos, para el hospital", dice uno de los vecinos. "Pues ahora no nos queremos ir nosotros, queríamos habernos ido hace diez años, con los niños pequeños, para que no cayeran en la droga o no se nos casaran aquí. Pero ya es tarde, ya llevamos aquí cuatro generaciones y la mía chica se ha casado". Y, al ritmo de procreación de los gitanos, así es, 34 años y, su hija, 16.

En breve, este enclave va a tener cerca la hiperronda, la línea del Metro, una nueva barriada inmensa, Soliva, y, por detrás de una pequeña loma, la ampliación de la Universidad. Justo lo que han visto los técnicos de la Gerencia de Urbanismo que han estado viendo posibles suelos para hacerle una oferta a la Junta, que necesita miles de metros para un hospital que, dicen, nos pondrá en la vanguardia de la sanidad mundial.

En la canción alegre y melódica, se ven a chicas jóvenes saliendo de mañana conduciendo sus coches -desde hace muchos años, se les paga el examen teórico- o un colegio pintado de colores, con números y letras grandes en las paredes, donde apenas hay absentismo. Pero esa canción se puede volver amarga a la vez. Las hay sin carné y con un servicio de autobús que se inicia a las ocho de la mañana, demasiado tarde para muchos trabajos.

Cuenta Pachi, veterano en el barrio desde su trabajo en Cáritas y en el colegio, que las cosas cambian luego en el instituto y que, por ahora, su éxito más notable es que hayan acabado algún módulo de FP. La calle principal que sube al colegio no tiene nombre: "Siempre digo que le pondremos el del primer universitario", dice Pachi en presencia de Alicia, la directora del colegio.

Siguiendo con acordes armónicos, el cole tiene una ventaja indudable: los niños van andando sin peligro desde que hay badenes y, cuando uno de ellos se pasa de la raya del mal comportamiento, es fácil acercarse a por la madre, que llega al patio y le pone firme. Además, la marginalidad de años hace que sea un colegio muy poco mezclado y, por tanto, más fácil de manejar, a pesar del choque cultural de los profesores nuevos, que puede durar varias semanas.