domingo, 27 de septiembre de 2009

«Que nos saquen de aquí como sea»

«Que nos saquen de aquí como sea»

Llevan años prometiéndoles un lugar mejor para vivir. Pero lo que empezó siendo un enclave provisional se ha convertido en su hogar. Ahora, el proyecto para construirel macrohospital en Los Asperones reaviva el debate sobre su desmantelamiento

 
«¿Dónde hay que firmar para que nos vayamos mañana mismo?», pregunta con ironía Antonio Santiago, quien afirma que le encantaría que el macrohospital se construyese en los terrenos de Los Asperones porque eso significa que las administraciones tendrían que buscar una solución definitiva a la barriada. El Ayuntamiento y la Consejería de Salud han acercado posiciones para la construcción del nuevo Carlos Haya allí, previsto inicialmente en el lagar de Oliveros.
Pese a ello, Santiago no termina de tomárselo en serio. «Llegué aquí con once años, ahora tengo 33 y cuatro hijos; mis niños se casarán, me darán nietos y seguiremos aquí», dice este vecino del núcleo marginal, que se creó hace 22 años como una solución temporal y que se ha convertido en uno de los asuntos pendientes de la capital.
 
Falso interés
«En más de dos décadas han venido a decirnos que nos sacaban de aquí más de cuarenta veces», bromea Francisca Marín, otra vecina de los Asperones. «¿Sabes qué digo yo a todos los políticos que se pasean por aquí de vez en cuando para prometernos de todo?», continúa la mujer. Pues que me da igual -se responde a sí misma-, que nosotros vivimos al día y que no nos creemos su falso interés. Han empezado a preocuparse ahora porque se han dado cuenta de lo que vale este terreno, pero cuando nos comían las ratas y teníamos problemas de falta de luz y agua nadie venía a visitarnos», indica.
Pese a la incredulidad de los vecinos, sólo hay que echar un vistazo a Los Asperones para comprobar que su desmantelamiento es cuestión de poco tiempo. La hiperronda pasa por encima de la barriada y las obras han obligado a realizar una nueva entrada en el poblado que pasa prácticamente por los patios de las viviendas.
Los trabajos de construcción llenan de polvo y tierra el aire que respiran y las amas de casa se quejan de la suciedad que generan y del peligro de que los coches pasen a unos metros de donde juegan los niños. A medio kilómetro, las nuevas casas de Soliva ya están casi terminadas. La ciudad crece hacia Los Asperones y, frente a las nuevas construcciones, la existencia del núcleo chabolista no hace más que sacar los colores a todas las administraciones.
Gran parte de los vecinos quieren salir de la barriada. Y todos están de acuerdo en que les dispersen. Asunción Millán, 'la Chunga' vivía en una chabola en la calle Castilla, en Portada Alta, cuando la instalaron en Los Asperones. Ahora, con 50 años continúa viviendo en la misma casa con sus siete hijos y 18 nietos. Como el resto de sus vecinos, 'la Chunga' ha tenido que ampliar la casa para dar cobijo a su prole. Las viviendas iniciales se han convertido en un laberinto de casitas, ampliaciones y patios donde unos y otros comparten lo que tienen. «Yo sólo pido un hogar con un pequeño patio, porque a los gitanos nos gusta plantar nuestros tomates, criar gallinas y que los niños jueguen al aire libre», dice.
Quieren que se dispersen a las familias por Málaga. «Si nos ponen de nuevo a todos juntos pero en otro sitio, seguirá siendo Los Asperones y tendremos los mismos problemas», señala. 'La Chunga' reconoce que hay peleas y que la Policía entra cada dos por tres por problemas de drogas, aunque, a veces, cogen al primero que ven y no preguntan si ha tenido la culpa.
Emilia Vega pela una caja entera de ajos en la puerta de su casa. Mañana los venderá en el mercado. También vino de la calle Castilla y lleva en la barriada desde el principio. «Nos quieren poner en pisos de alquiler y cobrarnos más de 300 euros, pero nosotros no tenemos ese dinero, trabajamos donde podemos, a veces los hombres están en la construcción; si no, vivimos de la chatarra, pero no tenemos un sueldo fijo todos los meses», dice. Cuando llegaron a Los Asperones, también pagaban un alquiler bajo. Pero pronto dejaron de abonarlo porque vieron que los demás tampoco lo hacían. Lo mismo ocurre con las facturas de luz y agua.
 
Rehabilitación
En esta barriada viven cerca de un millar de personas distribuidas en 264 familias y en otras tantas viviendas, según el censo realizado por el Ayuntamiento de Málaga. Casi el cien por cien de los habitantes son de etnia gitana. A principios de este año, la Junta, que lleva en solitario el plan de desmantelamiento a través de la Empresa de Suelo Público de Andalucía (Epsa) volvía a retrasar el traslado de la barriada y daba un plazo de cinco años. Pero si el acuerdo sobre el macrohospital sigue adelante, puede que el plazo se reduzca.
Fuentes de la delegación de Vivienda y Ordenación del Territorio aseguran que están a la espera de que el alcalde, Francisco de la Torre, concrete la oferta para el centro hospitalario en Los Asperones. «Esta finca es mucho más amplia que la barriada y no sabemos aún si afectaría al poblado», dicen. Sea como sea, el plan de desmantelamiento sigue adelante y las mismas fuentes confirman que las primeras familias saldrán de la barriada antes de que acabe el año. «No sabemos aún cuántas son ni la fecha exacta de su salida, pero ya estamos buscando pisos de alquiler en otras zonas de la capital e incluso de municipios cercanos», indican.
En principio, unas cincuenta familias expresaron su deseo de abandonar la barriada cuando visitaron la oficina de rehabilitación integral instalada por la Junta. Y todas ellas reúnen los requisitos necesarios para ello. La presidenta de la Asociación Secretariado Gitano cree que serán menos, entre unas 30 y 40, las que al final puedan tener otra vivienda antes de finales de este año. Para Juan Rodríguez, uno de los afectados, el desmantelamiento no servirá de nada si no ayudan a los vecinos a encontrar un trabajo que les permita vivir con los 'payos'. «Me quiero ir, pero si tengo que seguir dedicándome a recoger chatarra, ¿dónde la voy a dejar en un piso sin patio?», señala. No es la única pregunta pendiente. Ahora más que nunca, los vecinos esperan respuestas.